jueves, 24 de octubre de 2013

A proposito de la empleabilidad

EL PORTERO DEL PROSTIBULO Jorge Bucay



No habi­a en el pueblo un oficio peor conceptuado y peor pago que el de portero del prosti­bulo. Pero que otra cosa podria hacer aquel hombre?

De hecho, nunca habi­a aprendido a leer ni a escribir, no teni­a ninguna otra actividad ni oficio. En realidad, era su puesto porque sus padres habi­a sido portero de ese prostibulo y tambien antes, el padre de su padre.

Durante decadas, el prosti­bulo se pasaba de padres a hijos y la porteri­a se pasaba de padres a hijos.

Un di­a, el viejo propietario murio y se hizo cargo del prosti­bulo un joven con inquietudes, creativo y emprendedor. El joven decidio modernizar el negocio.

Modifico las habitaciones y despues cito al personal para darle nuevas instrucciones.

Al portero, le dijo: A partir de hoy usted, ademas de estar en la puerta, me va a preparar una planilla semanal. Alli­ anotara usted la cantidad de parejas que entran di­a por di­a. A una de cada cinco, le preguntara como fueron atendidas y que corregirian del lugar. Y una vez por semana, me presentara esa planilla con los comentarios que usted crea convenientes.

El hombre temblo, nunca le habia faltado disposicion al trabajo pero.....

Me encantaria satisfacerlo, señor, balbuceo, pero yo... yo no se leer ni escribir.

AAh! Cuanto lo siento! Como usted comprendera, yo no puedo pagar a otra persona para que haga esto y tampoco puedo esperar hasta que usted aprenda a escribir, por lo tanto..

Pero señor, usted no me puede despedir, yo trabaje en esto toda mi vida, tambien mi padre y mi abuelo...

No lo dejo terminar.

Mire, yo comprendo, pero no puedo hacer nada por usted. Logicamente le vamos a dar una indemnizacion, esto es, una cantidad de dinero para que tenga hasta que encuentre otra cosa. Asi que, lo siento. Que tenga suerte.

Y sin mas, se dio vuelta y se fue.

El hombre sintio que el mundo se derrumbaba. Nunca habi­a pensado que podri­a llegar a encontrarse en esa situacion. Llego a su­ casa, por primera vez desocupado. Que hacer?

Recordo que a veces en el prosti­bulo, cuando se rompi­a una cama o se arruinaba una pata de un ropero, el, con un martillo y clavos se las ingeniaba para hacer un arreglo sencillo y provisorio. Penso que esta podri­a ser una ocupacion transitoria hasta que alguien le ofreciera un empleo.

Busco por toda la casa las herramientas que necesitaba, solo tenia unos clavos oxidados y una tenaza mellada.

Teni­a que comprar una caja de herramientas completa.

Para eso usari­a una parte del dinero recibido.

En la esquina de su casa se entero de que en su pueblo no habia una ferreteri­a, y que debi­a viajar dos di­as en mula para ir al pueblo mas cercano a realizar la compra. Que mas da? penso, y emprendio la marcha.

A su regreso, trai­a una hermosa y completa caja de herramientas. No habi­a terminado de quitarse las botas cuando llamaron a la puerta de su casa. Era su vecino.

Vengo a preguntarle si no tiene un martillo para prestarme.

Mire, si­, lo acabo de comprar pero lo necesito para trabajar... como me quede sin empleo...

Bueno, pero yo se lo devolveri­a mañana bien temprano.

Esta bien.

A la mañana siguiente, como habi­a prometido, el vecino toco la puerta.

Mire, yo todavi­a necesito el martillo. Por que no me lo vende?

No, yo lo necesito para trabajar y ademas, la ferreteri­a esta a dos di­as de mula. Hagamos un trato, dijo el vecino. Yo le pagare a usted los dos di­as de ida y los dos de vuelta, mas el precio del martillo, total usted esta sin trabajar. Que le parece?.

Realmente, esto le daba un trabajo por cuatro di­as...

Acepto. Volvio a montar su mula.

Al regreso, otro vecino lo esperaba en la puerta de su casa.

Hola, vecino. Usted le vendio un martillo a nuestro amigo?

Si­..

Yo necesito unas herramientas, estoy dispuesto a pagarle sus cuatros di­as de viaje, y una pequeña ganancia por cada herramienta. Usted sabe, no todos podemos disponer de cuatro di­as para nuestras compras.

El ex-portero abrio su caja de herramientas y su vecino eligio una pinza, un destornillador, un martillo y un cincel. Le pago y se fue.

No todos disponemos de cuatro di­as para compras, recordaba... Si esto era cierto, mucha gente podri­a necesitar que el viajara a traer herramientas.

En el siguiente viaje decidio que arriesgari­a un poco del dinero de la indemnizacion, trayendo mas herramientas que las que habi­a vendido. De paso, podri­a ahorrar algun tiempo de viajes. La voz empezo a correrse por el barrio y muchos quisieron evitarse el viaje.

Una vez por semana, el ahora corredor de herramientas viajaba y compraba lo que necesitaban sus clientes. Pronto entendio que si pudiera encontrar un lugar donde almacenar las herramientas, podri­a ahorrar mas viajes y ganar mas dinero. Alquilo un galpon.

Luego le hizo una entrada mas comoda y algunas semanas despues con una vidriera, el galpon se transformo en la primer ferreteri­a del pueblo. Todos estaban contentos y compraban en su negocio. Ya no viajaba, de la ferreteri­a del pueblo vecino le enviaban sus pedidos. El era un buen cliente.

Con el tiempo, todos los compradores de pueblos pequeños mas lejanos preferi­an comprar en su ferreteri­a y ganar dos di­as de marcha.

Un di­a se le ocurrio que su amigo, el tornero, podri­a fabricar para el, las cabezas de los martillos.

Y luego, por que no? las tenazas... y las pinzas... y los cinceles.

Y luego fueron los clavos y los tornillos.....

Para no hacer muy largo el cuento, sucedio que en diez años aquel hombre se transformo con honestidad y trabajo en un millonario fabricante de herramientas.

El empresario mas poderoso de la region. Tan poderoso era, que un año para la fecha de comienzo de las clases, decidio donar a su pueblo una escuela.

Alli­ se enseñari­a ademas de lectoescritura, las artes y los oficios mas practicos de la epoca.

El intendente y el alcalde organizaron una gran fiesta de inauguracion de la escuela y una importante cena de agasajo para su fundador. A los postres, el alcalde le entrego las llaves de la ciudad y el intendente lo abrazo y le dijo:

Es con gran orgullo y gratitud que le pedimos nos conceda el honor de poner su firma en la primer hoja del libro de actas de la nueva escuela.

El honor seri­a para mi, dijo el hombre. Creo que nada me gustaria mas que firmar alli­, pero yo no se leer ni escribir.Yo soy analfabeto.

Usted?, dijo el intendente, que no alcanzaba a creerlo.

Usted no sabe leer ni escribir?, usted construyo un imperio industrial sin saber leer ni escribir?

Estoy asombrado. Me pregunto, que hubiera hecho si hubiera sabido leer y escribir?

Yo se lo puedo contestar, respondio el hombre con calma.

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